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Educación

La Escuela Municipal de Artes y Oficios de Concepción del Uruguay celebró su primer aniversario

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El pasado 15 de marzo, la única Escuela Municipal de Artes y Oficios de la provincia arribó a su primer año de vida y comenzó a transitar su segundo año, con importantes proyectos. En dos meses, se inscribieron más de 600 personas.

Con la aparición de la Escuela, el barrio cobró otra connotación. La antigua casona situada en la esquina de Fray Mocho y Teniente Ibáñez de Concepción del Uruguay, fue transformada con el entusiasmo de personal municipal, docentes y estudiantes, con la finalidad de ser un lugar de encuentro, de formación-educación y camaradería.

Cada proyecto entabló una relación entre la creatividad y productividad del arte y los oficios, las formas de apropiación de las herramientas, la refundación de la cooperación y el intercambio acelerado de conocimiento, lo cual permitió enfrentar acompañados, el reto de los oficios que hoy es una pregunta integral por el mundo de la vida.

Con respecto a los primeros egresados, la coordinadora Graciela Guerrero narró que “muchos han llegado a la EMAO desesperanzados: sin trabajo y sin objetivos. Y aquí han tenido contención, apoyo, charlas, han encontrado amistades. Se han vinculado con una Escuela que abraza sus proyectos desde el corazón”, ya que las iniciativas fueron comprendidas en su dimensión de proyectos de vida que abren sendas de afirmación de autonomías y conectividad con el campo laboral.

Fueron 83 las y los primeros egresados durante el 2021 y se espera un 2022 superador ya que se registraron en apenas dos meses, más de 600 personas, por lo que el cupo total para este ciclo lectivo será de 340 distribuidos en tres turnos y en los cursos de Restauración de muebles, Albañilería, Dibujo urbano, Luthería y Textil Industrial.

La profesora Laura Montesino, en representación del equipo docente, remarcó que “la EMAO” dejó una gran huella en todos los que pasaron por sus aulas durante el primer año: “este lugar guarda cariñosamente a cada una de las personas que pasaron por esta institución y la hizo crecer” y se mostró muy emocionada por pertenecer a este lugar, donde participó de la recuperación del edificio y donde hoy enseña y acompaña las trayectorias educativas.

Los interesados, podrán obtener información en www.arteyoficios.com

Fuente: Municipalidad de Concepción del Uruguay.

Educación

TALLER DE PREVENCIÓN DE LESIONES EN DEPORTES

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La Facultad de Ciencias de la Salud invita a estudiantes de todas las carreras a participar de esta instancia de formación e intercambio orientada a la difusión y concientización sobre el cuidado corporal en el ámbito deportivo.

Será dictado por el Magister Gregorio Etcheverry, el próximo martes 26 de agosto de 2025, desde las 18:00 hs en el  Polideportivo Facultad de Ciencias de la Salud de UNER- sede Concepción del Uruguay en Modalidad presencial.

Objetivos del encuentro:

* Brindar herramientas para identificar y prevenir las lesiones más frecuentes en la práctica deportiva.

* Promover hábitos de entrenamiento seguros y saludables.

* Reflexionar sobre los factores de riesgo y las estrategias de intervención temprana.

El taller abordará temas como:

* Lesiones más comunes en el deporte

* Factores de riesgo y estructuras más afectadas

* Tratamiento inicial ante una lesión

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Educación

CALCULADORA DE HUELLA DE CARBONO

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¿Qué es la huella de carbono? Es la cantidad total de gases de efecto invernadero (principalmente CO2) que generamos directa e indirectamente con nuestras actividades diarias. Se mide en toneladas de CO2 equivalente por año. Calcularla nos da cuenta del impacto ambiental y entender que todos contribuimos al cambio climático (aunque no es lo mismo una industria que los civiles).

Las universidades nacionales no solo tienen el rol de formar profesionales en disciplinas esenciales para el crecimiento de la sociedad, sino que son productoras de conocimiento. En ese sentido, desarrollan novedosos sistemas para resolver problemas ambientales, por ejemplo. Eso es a lo que apunta la Facultad Regional de San Francisco, ciudad de Córdoba, de la Universidad Tecnológica Nacional (o UTN) con una calculadora de huella de carbono que puede usar cualquier habitante local.

Un equipo de la Licenciatura en Administración Rural trabajó junto al Grupo de Investigación Observatorio de la Empresa Agropecuaria y el Laboratorio de Estadística DataStatLab para desarrollar un método sencillo que permite a cualquier persona estimar su impacto ambiental a través de un formulario web.

Cómo funciona la calculadora

Al formulario se accede a través de internet y puede completarse de cinco a diez minutos si se cuenta con los datos a mano. Se solicita información básica sobre consumos domiciliarios (como energía eléctrica, gas, agua), tipo de dieta, medio de transporte, generación de residuos y características de la vivienda. Todos estos datos reflejan las particularidades de la comunidad local, lo que permite obtener un diagnóstico más preciso y útil para los usuarios.

Una vez completado, el sistema calcula la cantidad de emisiones generadas por cada persona y compara el resultado con el promedio nacional. Luego, representa gráficamente esa huella en una suerte de «mapa urbano», donde se ilustran las hectáreas de bosque necesarias para compensar dichas emisiones.

La huella de carbono se representa como una cantidad de manzanas urbanas, que como dijimos, serían las necesarias para absorber las emisiones generadas. Las que alcanzan para compensar el promedio se muestran en verde; las que superan ese límite, en rojo. Esta representación busca hacer visible el impacto ambiental individual y funcionar como un disparador para el cambio de hábitos.

El próximo paso será iniciar la recolección de datos y, en 2026, se comenzarán con los análisis estadísticos que permitirán identificar patrones de consumo y contaminación, fundamentales para diseñar estrategias de mitigación más efectivas en la región.

Fuente: Fernando Villalba

El equipo tras el proyecto. El Ing. Gustavo Boglione, Director del Grupo de Investigación OEA, la Ing. Laura Rivara, Integrante del Laboratorio de Estadística, y el estudiante de Ingeniería en Sistemas Santino Arroyo.

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Educación

CUIDAR LAS PALABRAS Y HACER EL BIEN AUNQUE NO SE NOTE

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La necesidad de captar la atención en el «mar revuelto de la opinión pública» ha propiciado una dinámica en la que «la gresca» tiene premio. Más no estamos condenados a dejar que la mentalidad utilitaria se imponga sobre la integridad.

A la máxima “grita más y te harán más caso”, se le puede oponer otra más luminosa: “Cuida las palabras y haz el bien, aunque no se note”.

En su libro La sociedad de la intolerancia, el politólogo Fernando Vallespín dedica un capítulo a analizar las transformaciones sufridas por el espacio público como consecuencia del tsunami digital. Quizá el rasgo que las resume todas es que nuestra conversación pública se ha vuelto caótica, desorganizada.

¿En qué consiste el desorden? Básicamente, en que ya no hay filtros de entrada ni una selección de temas cuidadosamente pensada. Gracias al móvil, “cada cual puede hacerse presente en todo momento, en cualquier debate” y “a través de todo tipo de canales”. El resultado es una cascada rapidísima de tuits, memes, gifs…, que hacen de la conversación pública un “no-territorio del que ya apenas podemos salir”, una sucesión de mensajes descontextualizados que “lo atraviesa todo”.

En este espacio público desorganizado, donde cada vez hay menos tiempo para pensar, leer o escuchar, cunde el pánico entre los comunicadores. “Bajo las condiciones de esta economía de la atención, el énfasis debe ponerse (…) en la capacidad para generar impacto”. De aquí surge una retahíla de incentivos perversos que van deteriorando la calidad del debate público: ¿para qué demorarse en el cuidado de las palabras, la selección de argumentos o la búsqueda de matices, si lo que da puntos es “la contundencia en las opiniones”, “la descalificación visceral” o las “actitudes polarizantes”?

La moderación como lastre

La suposición implícita en quienes aceptan estas reglas de juego es que la moderación estorba e impide llegar al mayor número posible de gente; es un lastre para la eficacia. Un ejemplo paradigmático de esta mentalidad lo ofrecen estas declaraciones del entonces diputado, ex presidente de Brasil Jair Bolsonaro, en una entrevista en 2011: “Sin contundencia, no te escuchan. Tenemos excelentes parlamentarios que explican sus ideas de forma educada y, por eso, no encuentran eco en los medios”.

Pero el problema no viene solo de los populistas de derechas. En no pocos medios de izquierdas conviven valiosas tribunas que critican la estereotipación del rival con noticias que despachan “la” etiqueta a diestro y siniestro: “ultraderecha”, “ultraconservadores”, “ultracatólicos”… En vez de reservarla para los verdaderos extremistas, se endosa a todo lo que se mueve en el lado de los tenidos por antiprogresistas, normalizando así la idea de que toda visión del mundo que se desvía de la propia es fanática e ilegítima.Se comprende la preocupación por captar la atención en este oleaje de pasiones. Pero la eficacia no es el único valor que importa en la comunicación pública. Por delante van la veracidad, la integridad, la buena fe…

Hay integridad en la decisión de renunciar a las palabras deliberadamente hirientes y a las faltas de respeto. Hay integridad en el empeño por tomarse en serio los argumentos del rival y de resumirlos del mejor modo posible. Hay integridad en dedicar tiempo a investigar unos hechos para elegir el adjetivo adecuado. Hay integridad en el esfuerzo por explicitar los significados de las palabras más discutidas en la opinión pública. Hay integridad en la renuncia a montar una “polémica” donde solo hay un desacuerdo legítimo de opiniones, etc.

Ninguno somos impecables, pero no por eso tenemos que renunciar a perseguir y proponer el ideal que nos haga mejores. Tampoco esto nos obliga a abdicar de nuestras convicciones, ni de una apasionada (y necesaria) confrontación de ideas. El ideal tiene que ver con el respeto y con la determinación de que las palabras que dependen de cada cual no contribuyan a ensuciar el espacio público.

El poder curativo de las palabras

Un contraejemplo de la regla “grita más y te harán más caso” es el que ofrece la escritora Irene Vallejo, quien se ha convertido en un fenómeno literario a base de cuidar el lenguaje y de tomar a sus lectores por personas inteligentes. De todos modos, sus escritos dejan claro que no le preocupa tanto la eficacia como la integridad y el buen hacer.

“Tengo confianza, casi diría una fe ancestral, en la palabra”, decía en una entrevista. “Creo que es muy importante cómo se dicen las cosas. El problema no son tanto las opiniones, sino la manera muchas veces agresiva y violenta con la que se utiliza el lenguaje. (…) He intentado hacer de esa reflexión una divisa: el cuidado, el respeto al que me habla, la elección cuidada de las palabras para que no haya agresividad”. Y, con visible optimismo, añadía: “Esa forma de respetar a quien nos dirige la palabra al final acaba siendo más contagiosa de lo que creemos”.

 Nos regala una perla final: “Mi abuelo paterno decía una frase que se me ha quedado marcada: ‘El bien no se nota’. Era una persona muy cuidadora, evitaba el daño de la gente, aunque ellos no lo llegaran a saber. Decía: ‘El mal es ruidoso, el bien no se nota porque no chirría’. Ahora hay mucha gente que está haciendo el bien que no suena, y quizá tendríamos que mirar alrededor para observar cuántos están haciendo esfuerzos para que las cosas funcionen”.

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