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Educación

LA ESCUELA COMO ÚLTIMO BASTIÓN DE LA LECTURA COMO PRÁCTICA CULTURAL

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Infobae dió a conocer una postura que compartimos a continuación.

Demás está decir que hay un sólido consenso respecto de que es necesario intensificar la enseñanza de la lectura en la escuela y fortalecer las habilidades para comprender a partir de lo que se lee. Y la verdadera cuestión es cómo hacerlo en un presente saturado de estímulos, fragmentación y urgencias, donde la lectura profunda parece estar en retirada. Si el hábito lector ya no está garantizado en el hogar ni en el entorno social, la escuela se vuelve el último bastión de la lectura como práctica cultural, como derecho y como herramienta para la ciudadanía. Y esto nos desafía a pensar nuevas estrategias para promover la lectura, nuevos modos de invitar a los niños y adolescentes a leer.

Lo que la formación docente necesita considerar

1. Leer para poder enseñar a leer: No se puede enseñar a leer si no se es lector. La formación docente debe asegurar que quienes enseñen desarrollen un vínculo vivo con la lectura. No alcanza con saber “sobre” literatura o “sobre” comprensión lectora. Se trata de leer con placer, con curiosidad, con deseo. Solo así se puede contagiar la pasión por leer.

2. Comprender la lectura como una práctica situada: Hoy se lee en pantallas, en fragmentos, en redes. Formar lectores en este tiempo implica enseñar a moverse críticamente entre discursos múltiples, a distinguir voces confiables, a detenerse y pensar en un mundo que empuja a lo inmediato. La lectura crítica, la interpretación profunda y el diálogo con textos diversos deben ocupar un lugar central en la formación.

3. Conocer el funcionamiento del cerebro lector: Gracias a los aportes de las neurociencias y de las ciencias cognitivas, hoy sabemos que el cerebro no está naturalmente diseñado para leer sino que debe reconvertir circuitos ya existentes para hacerlo. Comprender este proceso ayuda a los futuros docentes a entender por qué algunos estudiantes leen con facilidad y otros no, por qué es clave la atención sostenida, cómo se consolidan las rutas lectoras, y qué impacto tiene la motivación en la consolidación de estas habilidades. La formación docente debe incluir estas nociones —sin caer en simplificaciones— para poder tomar decisiones pedagógicas más informadas y empáticas.

4. Aplicar estrategias y mediaciones eficaces: Los buenos lectores no nacen: se hacen. Y ese proceso exige mediadores capacitados. La formación docente debe brindar herramientas concretas: cómo seleccionar textos potentes, cómo acompañar la lectura en voz alta, cómo enseñar a hacerse buenas preguntas durante la lectura, cómo generar conversaciones significativas en torno a lo leído, cómo enseñar a subrayar, a formular hipótesis, a releer. Es clave despertar el deseo de leer para que el ejercicio lector suceda aún cuando no sea una propuesta del docente.

5. Formar en y para la diversidad: Los lectores no son todos iguales. Hay quienes llegan al aula con trayectorias lectoras ricas, y quienes apenas se han acercado a un libro. Formar docentes hoy implica enseñarles a reconocer esa diversidad, a trabajar con textos que representen distintas voces, géneros y realidades, y a ofrecer múltiples caminos hacia la lectura. La inclusión también se juega en el acceso a los textos y en el respeto por los modos distintos de leer.

Una responsabilidad colectiva

Formar lectores en el siglo XXI no puede ser un acto nostálgico ni una tarea solitaria. Es una responsabilidad colectiva entre familia y escuela y, dentro de la escuela, entre todos los docentes. Porque lo que está en juego no es solo el acceso a la literatura o a los saberes escolares, sino la posibilidad de que niños y jóvenes se conviertan en ciudadanos críticos, empáticos y participativos. Por eso, la lectura no se enseña solo en primer grado. Muchos adolescentes no comprenden lo que leen porque nunca se les enseñó a interpretar textos complejos o a pensar a partir de lo leído. La formación docente debe preparar también a quienes trabajarán en secundaria para que comprendan que formar lectores es una tarea compartida y continua, que atraviesa todas las áreas y todas las edades. Necesitamos docentes que crean en el poder transformador de la lectura. Preparados para acompañar e inspirar a niños y adolescentes para que se conviertan en lectores competentes.

Silvana Cataldo es especialista en innovación educativa y Líder pedagógica del Programa A leer en vivo en Ticmas.

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TALLER DE PREVENCIÓN DE LESIONES EN DEPORTES

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La Facultad de Ciencias de la Salud invita a estudiantes de todas las carreras a participar de esta instancia de formación e intercambio orientada a la difusión y concientización sobre el cuidado corporal en el ámbito deportivo.

Será dictado por el Magister Gregorio Etcheverry, el próximo martes 26 de agosto de 2025, desde las 18:00 hs en el  Polideportivo Facultad de Ciencias de la Salud de UNER- sede Concepción del Uruguay en Modalidad presencial.

Objetivos del encuentro:

* Brindar herramientas para identificar y prevenir las lesiones más frecuentes en la práctica deportiva.

* Promover hábitos de entrenamiento seguros y saludables.

* Reflexionar sobre los factores de riesgo y las estrategias de intervención temprana.

El taller abordará temas como:

* Lesiones más comunes en el deporte

* Factores de riesgo y estructuras más afectadas

* Tratamiento inicial ante una lesión

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Educación

CALCULADORA DE HUELLA DE CARBONO

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¿Qué es la huella de carbono? Es la cantidad total de gases de efecto invernadero (principalmente CO2) que generamos directa e indirectamente con nuestras actividades diarias. Se mide en toneladas de CO2 equivalente por año. Calcularla nos da cuenta del impacto ambiental y entender que todos contribuimos al cambio climático (aunque no es lo mismo una industria que los civiles).

Las universidades nacionales no solo tienen el rol de formar profesionales en disciplinas esenciales para el crecimiento de la sociedad, sino que son productoras de conocimiento. En ese sentido, desarrollan novedosos sistemas para resolver problemas ambientales, por ejemplo. Eso es a lo que apunta la Facultad Regional de San Francisco, ciudad de Córdoba, de la Universidad Tecnológica Nacional (o UTN) con una calculadora de huella de carbono que puede usar cualquier habitante local.

Un equipo de la Licenciatura en Administración Rural trabajó junto al Grupo de Investigación Observatorio de la Empresa Agropecuaria y el Laboratorio de Estadística DataStatLab para desarrollar un método sencillo que permite a cualquier persona estimar su impacto ambiental a través de un formulario web.

Cómo funciona la calculadora

Al formulario se accede a través de internet y puede completarse de cinco a diez minutos si se cuenta con los datos a mano. Se solicita información básica sobre consumos domiciliarios (como energía eléctrica, gas, agua), tipo de dieta, medio de transporte, generación de residuos y características de la vivienda. Todos estos datos reflejan las particularidades de la comunidad local, lo que permite obtener un diagnóstico más preciso y útil para los usuarios.

Una vez completado, el sistema calcula la cantidad de emisiones generadas por cada persona y compara el resultado con el promedio nacional. Luego, representa gráficamente esa huella en una suerte de «mapa urbano», donde se ilustran las hectáreas de bosque necesarias para compensar dichas emisiones.

La huella de carbono se representa como una cantidad de manzanas urbanas, que como dijimos, serían las necesarias para absorber las emisiones generadas. Las que alcanzan para compensar el promedio se muestran en verde; las que superan ese límite, en rojo. Esta representación busca hacer visible el impacto ambiental individual y funcionar como un disparador para el cambio de hábitos.

El próximo paso será iniciar la recolección de datos y, en 2026, se comenzarán con los análisis estadísticos que permitirán identificar patrones de consumo y contaminación, fundamentales para diseñar estrategias de mitigación más efectivas en la región.

Fuente: Fernando Villalba

El equipo tras el proyecto. El Ing. Gustavo Boglione, Director del Grupo de Investigación OEA, la Ing. Laura Rivara, Integrante del Laboratorio de Estadística, y el estudiante de Ingeniería en Sistemas Santino Arroyo.

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CUIDAR LAS PALABRAS Y HACER EL BIEN AUNQUE NO SE NOTE

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La necesidad de captar la atención en el «mar revuelto de la opinión pública» ha propiciado una dinámica en la que «la gresca» tiene premio. Más no estamos condenados a dejar que la mentalidad utilitaria se imponga sobre la integridad.

A la máxima “grita más y te harán más caso”, se le puede oponer otra más luminosa: “Cuida las palabras y haz el bien, aunque no se note”.

En su libro La sociedad de la intolerancia, el politólogo Fernando Vallespín dedica un capítulo a analizar las transformaciones sufridas por el espacio público como consecuencia del tsunami digital. Quizá el rasgo que las resume todas es que nuestra conversación pública se ha vuelto caótica, desorganizada.

¿En qué consiste el desorden? Básicamente, en que ya no hay filtros de entrada ni una selección de temas cuidadosamente pensada. Gracias al móvil, “cada cual puede hacerse presente en todo momento, en cualquier debate” y “a través de todo tipo de canales”. El resultado es una cascada rapidísima de tuits, memes, gifs…, que hacen de la conversación pública un “no-territorio del que ya apenas podemos salir”, una sucesión de mensajes descontextualizados que “lo atraviesa todo”.

En este espacio público desorganizado, donde cada vez hay menos tiempo para pensar, leer o escuchar, cunde el pánico entre los comunicadores. “Bajo las condiciones de esta economía de la atención, el énfasis debe ponerse (…) en la capacidad para generar impacto”. De aquí surge una retahíla de incentivos perversos que van deteriorando la calidad del debate público: ¿para qué demorarse en el cuidado de las palabras, la selección de argumentos o la búsqueda de matices, si lo que da puntos es “la contundencia en las opiniones”, “la descalificación visceral” o las “actitudes polarizantes”?

La moderación como lastre

La suposición implícita en quienes aceptan estas reglas de juego es que la moderación estorba e impide llegar al mayor número posible de gente; es un lastre para la eficacia. Un ejemplo paradigmático de esta mentalidad lo ofrecen estas declaraciones del entonces diputado, ex presidente de Brasil Jair Bolsonaro, en una entrevista en 2011: “Sin contundencia, no te escuchan. Tenemos excelentes parlamentarios que explican sus ideas de forma educada y, por eso, no encuentran eco en los medios”.

Pero el problema no viene solo de los populistas de derechas. En no pocos medios de izquierdas conviven valiosas tribunas que critican la estereotipación del rival con noticias que despachan “la” etiqueta a diestro y siniestro: “ultraderecha”, “ultraconservadores”, “ultracatólicos”… En vez de reservarla para los verdaderos extremistas, se endosa a todo lo que se mueve en el lado de los tenidos por antiprogresistas, normalizando así la idea de que toda visión del mundo que se desvía de la propia es fanática e ilegítima.Se comprende la preocupación por captar la atención en este oleaje de pasiones. Pero la eficacia no es el único valor que importa en la comunicación pública. Por delante van la veracidad, la integridad, la buena fe…

Hay integridad en la decisión de renunciar a las palabras deliberadamente hirientes y a las faltas de respeto. Hay integridad en el empeño por tomarse en serio los argumentos del rival y de resumirlos del mejor modo posible. Hay integridad en dedicar tiempo a investigar unos hechos para elegir el adjetivo adecuado. Hay integridad en el esfuerzo por explicitar los significados de las palabras más discutidas en la opinión pública. Hay integridad en la renuncia a montar una “polémica” donde solo hay un desacuerdo legítimo de opiniones, etc.

Ninguno somos impecables, pero no por eso tenemos que renunciar a perseguir y proponer el ideal que nos haga mejores. Tampoco esto nos obliga a abdicar de nuestras convicciones, ni de una apasionada (y necesaria) confrontación de ideas. El ideal tiene que ver con el respeto y con la determinación de que las palabras que dependen de cada cual no contribuyan a ensuciar el espacio público.

El poder curativo de las palabras

Un contraejemplo de la regla “grita más y te harán más caso” es el que ofrece la escritora Irene Vallejo, quien se ha convertido en un fenómeno literario a base de cuidar el lenguaje y de tomar a sus lectores por personas inteligentes. De todos modos, sus escritos dejan claro que no le preocupa tanto la eficacia como la integridad y el buen hacer.

“Tengo confianza, casi diría una fe ancestral, en la palabra”, decía en una entrevista. “Creo que es muy importante cómo se dicen las cosas. El problema no son tanto las opiniones, sino la manera muchas veces agresiva y violenta con la que se utiliza el lenguaje. (…) He intentado hacer de esa reflexión una divisa: el cuidado, el respeto al que me habla, la elección cuidada de las palabras para que no haya agresividad”. Y, con visible optimismo, añadía: “Esa forma de respetar a quien nos dirige la palabra al final acaba siendo más contagiosa de lo que creemos”.

 Nos regala una perla final: “Mi abuelo paterno decía una frase que se me ha quedado marcada: ‘El bien no se nota’. Era una persona muy cuidadora, evitaba el daño de la gente, aunque ellos no lo llegaran a saber. Decía: ‘El mal es ruidoso, el bien no se nota porque no chirría’. Ahora hay mucha gente que está haciendo el bien que no suena, y quizá tendríamos que mirar alrededor para observar cuántos están haciendo esfuerzos para que las cosas funcionen”.

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